viernes, 19 de agosto de 2011

Más de treinta… no está mal.. (De Cronicas..)



Aburrida de largas noches de insomnio, de los fines de semana relegada al trabajo, me decidí a salir del escondite hogareño e ir a algún sitio, no tan bullicioso…
Llamé a las chicas, como de costumbre, para hacer el panorama, de vuelta de los días de asceta, me acompañaron a un pub viñamarino, por cierto, un antro para maricas con una billetera enorme, pero al fin y al cabo un lugar de buen estilo.
Charlamos de sus vidas de pareja, los infaltables lesbian dramas, de lo horroroso que había sido para mí asumir la treintena… edad macabra que te coloca en el umbral de: “oye, ya eres una tipa mayor para…” y refranes por el estilo… puesto que mi vida sexual había decaído en este último tiempo.
Lo cierto es que allí estaba yo, entre copas de un maravilloso elixir rosado, que me llevaban al hermoso mundo de la embriaguez, hasta que fui a comprar cigarrillos, y justo cuando pensaba en acabarme la última copa e irme a soñar con una maravillosa damisela inexistente, apareció esta ensoñación veinteañera, riendo a carcajadas en una mesa contigua a la barra. Su mirada chocó con la mía, que culposa de admirar tan bella fisonomía, bajó la vista. Pagué los cigarrillos y me disponía a volver a la mesa del fondo, junto a mis amigas, cuando ella me cortó el paso y me preguntó donde se hallaba el baño. Creyendo que solo ese era el objetivo de su conversación, le indiqué el lugar y, para mi sorpresa, me solicitó que la acompañase.
Era una chica morena, de silueta delgada, cabello largo y liso negro, al igual que sus profundos ojos, usaba jeans y una camisa blanca, arremangada, que la hacían ver hermosamente juvenil. Si, debía ser universitaria, por el estilo y los muchachos de la mesa donde estaba.
Me sonrió y la dejé en la puerta del baño, ella había llevado su copa, me la pasó y me dijo que se la tuviese mientras entraba. Luego de unos minutos salió y me dijo que donde yo estaba, le dije que en la mesa del fondo, con unas amigas. Me contó que estaba con sus compañeros de carrera, que cursaba segundo en la universidad, que estudiaba diseño gráfico. Por supuesto, la escuchaba embobada por sus coquetos ademanes y su bella sonrisa.
Me preguntó qué hacía, le respondí cosas vagas, aunque no intenté disimular la edad, que a estas alturas ya me habría delatado. Me dijo, sonrojada, que tenía 23 años y yo me sonreí, cuando me preguntó lo inevitable, yo me sonreí nuevamente, y le dije que unos cuantos más que ella. Se rió, y me dijo que no me sintiera mal por ello, que más de 28 no tenía, me largué a reír y le respondí que era el piropo más halagador que había recibido.
Me invitó a sentarme en otra mesa, en el sillón de otra esquina del pub, las amigas le hicieron señas, riéndose y la instaban a que me llevase a otro sitio más alejado. Me miró seductoramente y me invitó a la planta baja del local, un lugar más íntimo, con velas y sillones espectaculares.
Nos sentamos y pedimos otra copa.
Me acerqué un poco y le dije que en realidad tenía un poco más de treinta, “más de treinta… no está mal” y se rió como una niña traviesa.
Yo no podía dar crédito a lo que sucedía, estaba encantada con su charla, conversamos de variados temas, de pinturas, música y libros. Le conté de mi oficio y de algunas publicaciones, entonces se rió aun más, me tomó la mano, se acercó a mi oído y me reveló que ella había sido alumna mía en un taller literario, hace unos cuatro años y que siempre había deseado compartir así, conmigo.
- Entonces, señorita profesora, no me dirá usted cuál es su secreto más perverso
- Por supuesto que no te lo diría…
- Ni aunque estuviese bajo tortura?
- Y… cuál tortura pudiese ser ….
En ese momento, dejó la copa en la mesa, me quitó la copa de mi mano y la dejó ahí también, apartó la mesita de en medio y me miró fijamente, intentaba no temblar…sabía que no podría detenerlo… luego susurró:
- Quiere usted saber a qué me refiero?
La distancia ya había sido invadida, no podía deshacerlo, la tomé de la cintura y la besé dando rienda suelta a todo el deseo encajonado en mis adentros… sus labios tan dulces, su fragancia embrutecedora, su talle, su estampa, su belleza… ella me rodeó con sus brazos delicados y se sentó en mis piernas, jugó con mis orejas y mi cuello, buscaba mi deseo..sentía yo el suyo… le decía entre besos que se detuviera, que no iba a hacer una locura allí, en ese lugar. Ella, sin desenfado me dijo “y por qué no?” la miré incrédula, se rió “claro que acá no..boba”. Me miró radiante, triunfal, sabía que ya era presa del deseo, de su tentadora invitación….
Charlamos otro poco, después de tan ardiente interludio, se acomodó la ropa, nos bebimos el resto de lo que quedaba y subimos, me presentó a sus amistades y cuando ellos se levantaron pidiendo la cuenta, ella me miró fijo, seriamente y me dijo: “vienes?” era toda una locura, ese “vienes” resonaba en mi cabeza como martillo, vienes…y con todo lo que ello implicaba, le dije que iría por mis cosas y algo le dijo en el oído a su amiga y me agarró del brazo, les di unas disculpas apuradas a las chicas, que ya habían entendido, me pasaron mis cosas y me dijeron que me cuidara y que no hiciera locuras, me reí y me fui con la chica.
Salimos a la calle, no sentí frío, serían como las dos de la mañana. Le dije que dónde íbamos y si tomaríamos un taxi. Se volvió a reír y me dijo que si yo sabía conducir, le dije que no y me dijo que me pusiera a rezar entonces, me reí muchísimo y vi con asombro que sacaba las llaves de un auto, me dijo: “sube, si sé conducir, no te preocupes”. Era un bello Opel Plomo, dos amigas fueron atrás. Las fue a dejar a sus casas, las chicas vivían en Reñaca, en un lugar que presumía de costoso. Luego enfilamos hacia la costa y se detuvo en un mirador. Le dije, con aire de sermón que no debía conducir con alcohol.
- No seas cursi, bebo lo necesario y nunca me ha ocurrido nada, soy despierta en ello. Ven…
Olvidé todo, hasta mi nombre, entre esos brazos… salimos del auto, me abrazó por la cintura y me dijo que sentía una extraña conexión conmigo, una extraña seguridad. “No te asustes” me dijo, no voy a cazarte, y se echó a reír de esa forma que me enloquecía, “pequeña…pequeña..ven acá” le decía entre besos locos y temerosos de algún ojo escrutador escondido por ahí.
Le dije que nos fuéramos, que era peligroso y me reprochó seductoramente, nos subimos al auto y fuimos a su apartamento. Vivía con una compañera de universidad, pasamos en silencio, era un bonito lugar de Recreo, con vista al mar. Estuvimos en la terraza, besándonos unos minutos más, le dije si estaba segura de lo que hacía y me calló con un ardoroso beso y me llevó a su cuarto.
Las ropas caían suavemente, ahhh su piel delicada se dejaba entrever a ratos… sus gemidos entrecortados me incitaban, me ensordecían, en silencio, me recostó en su cama, quitó las últimas prendas, estaba sonrojándome más y más, cuando iba a meterme entre las sábanas me lo negó. Quiero verte, quiero sentirte, admirarte toda…. En ese momento me sentí morir, no podía ser que de sus labios saliesen esas palabras, le susurré que era hermosa, me respondió que lo mismo decía de mi… nos recorrimos como si fuese el último día de nuestras vidas… besando cada espacio, cada poro…hasta quedar sin aliento… con frenesí se buscaron nuestros cuerpos, me hizo suya hasta arrancarme cada gemido intenso de agonía, la hice mía hasta borrar cada huella de sus ayeres, hasta el último gemido que exhaló su boca… hasta el último segundo infinitesimal de nuestras muertes… y renacimos una…y otra…y otra vez…. Hurgó en mis adentros y sus concavidades, hice mío cada rincón de su exquisita esencia, ella….yo….ambas oleadas arremetidas al unísono…en cada sonido de la rompiente, en cada estruendo sobre las rocas enfurecidas….Hasta caer, desfallecidas, una sobre la otra, abrazándonos cómplices, amantes y dichosas.
El alba hizo su entrada, miré la cama, yo en ella, a mi lado estaba mi ensoñación, no, no era ensoñación, no era espejismo, estaba allí, aun dormida, abrazándome, aferrada a mi cintura.
Me acerqué, lentamente a oler sus cabellos, y abrió sus ojitos aun adormilados, me besó ardorosamente, luego se tapó: Uy, qué hemos hecho anoche, malvada tú que te metiste a mi dormitorio….” Pequeña traviesa…ven acá… y nos besábamos como adolescentes. Te quedas a desayunar? No puedo, pequeña, debo ordenar algunas cosas para mi trabajo…. No me digas pequeña….. Y ya me lanzaba nuevamente a las benditas sábanas portadoras de nuestro hermoso secreto.
Aun recuerdo su mirada tras el ventanal, nos seguimos viendo un par de veces, pero no podía encarcelarla en algo estable, tenía que vivir muchas cosas antes, debía conocer el mundo y disfrutar la vida, tal como yo la había gozado y seguiría gozándola. Aceptó nuestra despedida, me mandó e- mails por un tiempo, hasta que supe que estaba con una chica en una relación seria.
Aún sigo agradeciéndole que me haya devuelto la alegría de no sentir que es un problema pasar de los treinta…. Gozando, amando….y amando….y amando….